Según Norman Meyer la Eficacia (E) de una decisión depende de la Calidad (C) de la misma y de su Aceptación (A) por parte de quienes se verán afectados por ella (E = C x A). Hoy nos centraremos en el primer término de esta relación: la Calidad del proceso decisorio. Diversos factores conspiran, a diario, contra la calidad de nuestras decisiones penalizando los resultados que se alcanzan (o no) con ellas, tal es el caso de los siguientes comportamientos del decisor:
- Abuso de la experiencia, como ocurre cuando se reiteran decisiones anteriores exitosas aunque las circunstancias que rodean a la nueva decisión hayan cambiado.
- Dedicación a los temas de rutina, haciendo que la atención de las decisiones operativas desplace a las estratégicas.
- Inadecuada jerarquización de los problemas, sin considerar apropiadamente su importancia, urgencia y patrón de evolución futuro.
- Deficitaria información acerca del contexto y de los resultados obtenidos con decisiones anteriores.
- Exceso de perfeccionismo, esperando más de lo oportuno para decidir a fin de contar con toda la información posible.
- Falta de iniciativa o espíritu emprendedor.
- Abuso de comités u otros órganos burocráticos, que suelen dilatar las decisiones.
- Autoritarismo, que obstruye y cercena las capacidades de la organización.
- Dejarse estar y no decidir a tiempo, posponiendo el tratamiento de problemas cruciales o complejos.
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